El corazón del remero… ¿más grande que el promedio?

Una de las adaptaciones más impresionantes del cuerpo de un remero de alto nivel ocurre en su corazón.

Está demostrado que los remeros —especialmente los de alto nivel y fondo— desarrollan un corazón más grande y potente que el de la mayoría de las personas. Esta transformación no es un “efecto secundario” del entrenamiento, sino una adaptación fisiológica clave que permite remar durante largos periodos con una intensidad altísima.

¿Qué le pasa al corazón con el remo?

Durante el esfuerzo, el corazón debe enviar oxígeno a los músculos lo más rápido posible. En deportes como el remo, donde todo el cuerpo trabaja de forma continua, esto se multiplica. Para afrontar esa demanda, el cuerpo adapta su motor: el ventrículo izquierdo del corazón, encargado de bombear sangre al cuerpo, se ensancha y se fortalece, permitiendo que con cada latido salga más sangre. Esto se conoce como hipertrofia cardíaca fisiológica (distinta de la patológica que ocurre en enfermedades).

En un remero bien entrenado, el corazón puede llegar a bombear entre 35 y 40 litros de sangre por minuto en plena competición (una persona sedentaria apenas supera los 5 litros por minuto en esfuerzo).

Y en reposo… casi ni late

Este corazón entrenado también se vuelve más eficiente en reposo. Mientras una persona promedio tiene unas 70-80 pulsaciones por minuto, un remero puede estar en 30-40 sin ningún problema. Este ritmo tan bajo no es signo de enfermedad, sino de un sistema cardiovascular que necesita menos energía para mantener el cuerpo funcionando en calma.

Muchos médicos que no están familiarizados con atletas de resistencia se sorprenden al ver un ECG (electrocardiograma) de un remero: bradicardia, ondas T altas, incluso bloqueos benignos. Todo forma parte del llamado “corazón de atleta”, un tema estudiado desde hace décadas.

Remar: cardio de verdad

El remo es uno de los deportes más completos del mundo. En términos fisiológicos, combina lo mejor de la resistencia aeróbica (como correr o nadar) con la fuerza explosiva de piernas y tronco. Esto obliga al corazón a adaptarse de manera excepcional, haciendo que, a largo plazo, los remeros tengan un menor riesgo de enfermedades cardiovasculares, siempre que el entrenamiento esté bien dosificado y supervisado.